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Un cuento sobre la rabia

Para que descubras sus efectos

En este artículo te traigo un cuento sobre la rabia. Los cuentos son mágicos, aunque sean para adultos, y permiten que entendamos mucho más que con una explicación teórica. Llegan al corazón y dejan huella.

Si quieres saber cuáles son las consecuencias de los ataques de ira sobre los que tú más quieres no te lo pierdas, vamos con él:

Déjame que te cuente un cuento

Se cuenta que había una vez un niño que estaba de malhumor muy a menudo y que cada día se peleaba en el colegio con sus compañeros. Cuando se enfadaba, la rabia y la ira se apoderaban de él y decía y hacía cosas que herían a los demás niños. Los mayores le llamaban la atención a menudo y le explicaban que lo que estaba haciendo provocaba el rechazo de sus compañeros pero él no conseguía cambiar.

Consciente de la situación, su padre un día le dio una bolsa de clavos y le propuso que, cada vez que discutiera o se peleara con algún compañero, clavase un clavo en la puerta de su habitación.

El primer día clavó treinta y tres clavos. Terminó agotado, y poco a poco fue descubriendo que le era más fácil controlar su ira que clavar clavos en aquella puerta. Cada vez que iba a enfadarse se acordaba de lo mucho que le costaría clavar otro clavo, y en el transcurso de las semanas siguientes, el número de clavos fue disminuyendo. Finalmente, llegó un día en que no entró en conflicto con ningún compañero.

Y su moraleja…

Había logrado apaciguar su actitud y su conducta. Muy contento por su hazaña, fue corriendo a decírselo a su padre, quien sabiamente le sugirió que cada día que no se enojase desclavase uno de los clavos de la puerta. Meses más tarde, el niño volvió corriendo a los brazos de su padre para decirle que ya había sacado todos los clavos. Le había costado un gran esfuerzo.

El padre lo llevó ante la puerta de la habitación. “Te felicito”, le dijo. “Pero mira los agujeros que han quedado en la puerta. Cuando entras en conflicto con los demás y te dejas llevar por la ira, las palabras dejan cicatrices como estas. Aunque en un primer momento no puedas verlas, las heridas verbales pueden ser tan dolorosas como las físicas. No lo olvides nunca: la ira deja señales en nuestro corazón”.

Es un cuento sobre la rabia muy gráfico ¿verdad? Cada vez que dañas a una persona que quieres con tu rabia, tus gritos, palabrotas, insultos, portazos… dejas una pequeña marca que permanece por mucho que pidas perdón y te arrepientas de lo que has hecho.

Para terminar, comparto contigo una cita que me encanta:

Cualquiera puede enojarse… es algo muy sencillo, pero enojarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto… no resulta tan sencillo.

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