El apego materno, la relación que tuviste con tu madre desde tu nacimiento, es la base para el resto de relaciones que vas a establecer a lo largo de la vida. ¿Quieres saber por qué? No te pierdas este artículo
Apego materno y las relaciones futuras
¿Qué es el apego materno?
¿Has oído hablar alguna vez de John Bolby o de Mary Ainsworth? Son respectivamente un psiquiatra inglés y una psicóloga estadounidense, y gracias a ellos podemos conocer algo más sobre esta relación tan íntima y especial que un niño construye con su madre, con su padre o con su principal cuidador. En un principio, los investigadores se focalizaron más sobre el papel de la madre como principal figura de referencia y única en satisfacer las necesidades primarias del bebé y por esta razón hablaremos sobre todo de Apego materno o Vínculo materno.
Estos dos investigadores descubrieron e investigaron por qué los niños entre el sexto y el octavo mes de vida aprenden a llorar como locos o simplemente a protestar si las madres les dejamos solos un momento en un ambiente extraño. La cosa curiosa es que si les dejamos solos un par de meses antes, se quedan tan tranquilos como en cualquier otra situación. Por supuesto estoy hablando de los que han tenido la gran suerte de que su pequeña criatura haya sido muy pacífica durante la mayoría del tiempo.
¿Cómo se estudia el apego materno?
No voy a contarte todos los experimentos que están detrás de la teoría del apego, pero sí que llegada esta etapa de la vida, el niño desarrolla algunas habilidades como reconocer más claramente al rostro de sus padres y empieza a «sentirse abandonado» si estos desaparecen de su vista.
Marcharse del cuarto o directamente irse a trabajar dejando al niño en la guardería, son cosas totalmente normales y previsibles, pero hay que acostumbrar a nuestros críos a esta distancia para que puedan descubrir el mundo de forma segura y sin miedo. De esto dependerán su autoestima, su seguridad personal y sus habilidades emocionales.
Por lo general, todas las madres ofrecemos cercanía, contacto y sobre todo cariño a nuestros hijos, aspectos que favorecen el amor incondicional. Pero hay algo más que influye sobre el tipo de vínculo que creamos con ellos y que los ayuda en el desarrollo de una buena autoestima y de una fuerte seguridad en sí mismo, y es el tipo de respuesta a sus necesidades y nuestra reacción en el momento adecuado.
A continuación os dejo los testimonios de algunas mujeres que cuentan y comentan en primera persona la relación que tenían, y aun tienen, con su propia madre. Las entrevistas las podéis encontrar en forma original haciendo clic aquí
3 mujeres, 3 historias, 3 tipos de apego materno
Sofia, 27 años: mi mejor amiga es mi madre
«Mi madre es mi modelo de ejemplo. Dulce y valiente a la vez, alegre y moderna, una verdadera fuerza.
Durante mi adolescencia tuvimos muy pocos conflictos y casi recuerdo sus intentos de defenderme de las broncas con mi padre, mucho más autoritario. Hablamos mucho y salimos de compras juntas, mano a mano nosotras dos, o con mi hermana más pequeña. Desde que ella tuvo un cáncer es más frágil, tengo miedo de perderla. Pero siempre será para mí un ejemplo de cómo vivir la vida. Una persona extraordinaria y que me ha hecho una mujer equilibrada».
Sofia tiene con su madre un apego de tipo seguro. La madre supo darle una imagen positiva y sana, dejando que experimentase sola sus decisiones y apoyándole en los momentos más difíciles. Construyeron un vínculo solido basado en una sana comunicación y unos solidos valores familiares. La madre de Sofia fue para ella lo que suelen llamar una base segura.
Valentina, 37 años: mi madre es como una droga.
«Mi madre y yo somos una verdadera pareja, nuestra relación es apasionada y simbiótica. Cada vez que tengo una relación sentimental con un chico nuevo ella se vuelve loca: dice que mi novio no vale para nada y está convencida que él se aproveche de mí… se pregunta por qué acabo siempre con «estos energúmenos» (solo mi padre es un hombre como dios manda). Cuando finalmente corto mi relación, ella me escucha y me da cariño como si aún fuera su niñita, repitiéndome todo el rato que jamás conseguiré tener un hombre a mi lado. Nos colgamos el teléfono, nos abrazamos, tenemos broncas y nos amamos otra vez. No la aguanto y me destroza, pero la adoro y no sé qué haría sin ella.»
El vínculo que Valentina tiene con su madre es de tipo ansioso-ambivalente. Su madre, posesiva y muy protectora, ha conseguido manipular a la hija coartándole su libertad y la posibilidad de experimentar y decidir por su cuenta. De esa manera Valentina no ha podido evolucionar emocionalmente, quedándose muy dependiente de su madre, como si aún fuera una niña pequeña y por eso incapaz de tener una relación sentimental sana y duradera.
Veronica, 39 años: mi madre y yo, dos polos opuestos.
«Nunca he aguantado nunca su mal genio: ¡es intratable! Siempre quiso decidir por mí. Y dado que tengo una personalidad tímida y reservada, me ha exigido toda mi vida. De niña tenía que mentir para librarme de su control porque no era capaz de enfrentarme a ella. Finalmente decidí marcharme de casa y encontré un hombre duro, muy difícil de engañar. Vivimos a 800 km de mi madre. No la echo en falta porque para mí es una mujer como cualquiera, además de ser inaguantable y cansina. Sin embargo tengo la sensación de haberme perdido algo muy bonito…»
Un carácter rígido y prepotente produce un efecto totalmente opuesto. El carácter reservado de Verónica nunca le ha permitido enfrentarse directamente a su madre, por el contrario ha producido la necesidad de escapar y apartarse de ella, tanto físicamente como emocionalmente. El vínculo que Verónica tiene con su madre es de tipo ansioso-evitativo.
Y ¿cómo seguirán estas historias?
Lo interesante de estas historias sería conocer el tipo de apego materno que estas mujeres irán creando con sus propios hijos, porque la relación construida entre la madre y su cuidador cuando era solo un bebé es otro aspecto fundamental en la construcción del lazo afectivo. Es decir, el vínculo que hemos creado desde la infancia con nuestra propia madre se refleja en la relación que vamos instaurando con nuestros hijos. El puente no es tan claro ni automático, pero lo cierto es que algunos automatismos van repitiéndose de generación en generación si no nos damos cuenta.
¿Y tú, cuál consideras qué es el tipo de apego con tu madre? ¿Y con tus hijos?